Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 9 de diciembre de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Ochoa
Número y páginas del Diario de Sesiones: 178, 4.608
Tema: Derogación de la ley de suspensión de garantías constitucionales

El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Sagasta): Como a mí me importa poco que el Sr. Ochoa, al verse apurado, pida auxilio y ayuda a los republicanos, que por cierto no le han hecho caso; como me importa también Muy poco otra porción de cosas que ha dicho S. S. respecto a su candidato, no habría yo molestado otra vez las Cortes Constituyentes si no hubiese sido por cierto figura de unos guantes usada por S. S., envolviendo color de los mismos con mi apellido, figura que no he podido entender, y es una especie de jeroglífico incomprensible para mí. Como no me gustan los jeroglíficos, no quiero misterios aquí, deseo que S. S. aclare esto, porque parece una especie de reticencia envuelta en ese jeroglífico o en ese misterio como parra dulcificar alguna realidad que pudiera mortificarme sin razón. Por lo tanto, suplico a S. S. que se sirva aclarar la relación que pueda haber entre mi apellido, los guantes de cierto color y la cruz que trazó en cierto alcornoque D. Carlos de Borbón y de éste.

Por lo demás, y mientras S. S. me da la explicación de ese jeroglífico, yo le diré al Sr. Ochoa que si D. Carlos no quiere la guerra civil, y está dispuesto a aceptar la soberanía nacional, ¿para qué apresta sus armas, para qué hace empréstitos, para qué reúne sus huestes, para qué llama a Concilio a frailes y curas, para qué nos da la batalla, para qué piensa dárnosla otra vez?

Si no quiere la guerra civil, si no quiere conquistar por la fuerza lo que la soberanía nacional puede negarle, que deje marchar las cosas legalmente, que deje que las Cortes sigan deliberando; representantes tiene en ellas que con elocuencia defienden su causa, y podrán llegar a convencernos, hasta el punto de que la soberanía nacional reconocida lo proclame rey de España. Pero si en lugar de esto, si en lugar de esperar a que S. S. y sus amigos nos traigan el convencimiento de que D. Carlos de Borbón y de Este va a hacer nuestra felicidad y que debe ser el rey de los españoles, compra fusiles, hace empréstitos, prepara sus huestes y apresta la batalla, yo tengo derecho para creer que lo que quiere es la guerra civil, luego lo que quiere es la corona a todo trance, por más que esa corona sea la corona fúnebre del país. En este supuesto, dije que D. Carlos era un imbécil o un malvado.

Y si no, que nos pruebe S. S. lo contrario. Ahora mismo, según sabía el Sr. Ochoa, y si no lo sabe, que sí o sabrá, yo se lo diré á S. S., se están haciendo grandes prestos de armas y de municiones (por cierto que algunas han caído en poder del Gobierno); se están celebrando grandes juntas, y son muchos los agentes que van por todas partes anunciando que se acerca el día de la batalla. ¿No es eso querer la guerra civil? ¿No es eso querer conquistar una corona a todo trance? ¿No es eso querer la muerte del país por saciar una criminal ambición? Pues si no es eso, que venga a trabajar en el terreno de la legalidad, que venga a hacerse con la opinión pública, que desista de esos armamentos, que no siga perturbando al país; y entonces quizás nos convencerá de que tiene las prendas que el Sr. Ochoa le atribuye para ser rey de España, y tal vez podrá ser elegido. Entre tanto yo diré que es una calamidad para la Nación, y que la Nación hará bien en concederle, en vez de la corona, su maldición.



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